“¿Cuáles son los tres libros que han marcado su vida personal y política?” le preguntaron a Enrique Peña Nieto, actual presidente de México, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) del 2011. Su respuesta provocó burlas y desprecio en distintos sectores de la sociedad, sin embargo, sacó a relucir un asunto que no es digno de risa: ¿qué es lo que leen los gobernantes?
Carlos Monsiváis en “Elogio (innecesario) de los libros”, habla respecto a este preocupante tema.
Todos los amantes de los libros hemos vivido en carne propia las alegrías que provoca el leer. La satisfacción de convertirnos en alguien más, de enriquecer nuestros conocimientos, de cultivar el idioma, de estimular nuestras ideas y nuestra imaginación, de alimentar nuestra curiosidad y de fortalecer nuestra personalidad, entre otras sensaciones. A pesar de la riqueza de la experiencia, éstos son los placeres que parecen algunos líderes no conocer.
El problema radica en que, como los políticos no leen, entonces no está dentro de sus preocupaciones ayudar al desarrollo de un México de lectores. Los gobernantes no buscan impulsar la producción de libros nacionales y mucho menos inducir a leer a los mexicanos, pues para ellos la lectura no tiene mayor trascendencia en su vida cotidiana. Monsiváis da un ejemplo de ello en la página 5 del texto anteriormente mencionado:
El problema radica en que, como los políticos no leen, entonces no está dentro de sus preocupaciones ayudar al desarrollo de un México de lectores. Los gobernantes no buscan impulsar la producción de libros nacionales y mucho menos inducir a leer a los mexicanos, pues para ellos la lectura no tiene mayor trascendencia en su vida cotidiana. Monsiváis da un ejemplo de ello en la página 5 del texto anteriormente mencionado:
A un político del Partido Acción Nacional (de la derecha mexicana), Carlos Medina Placencia, un periodista le pregunta: «¿Qué lee ahora, senador?». Responde: «Nada, porque me cambié de casa y tuve que meter mis libros en cajas». Nuevo interrogante: «¿Y hace cuánto se cambió de casa?». Contestación elocuente: «Hace como ocho años».
Entonces, ¿qué es lo que leen los gobernantes? No mucho, al parecer. Tan sólo hay recordar todos los errores lingüísticos que han cometido los últimos presidentes de México para percatarnos de su alejamiento del mundo de las letras. Al menos antes leían un poco más, como sus discursos, hoy en día ya ni eso, pues ahora se los van dictando al momento por el chicharito que se ponen en el oído.
Y entonces, ¿qué pueden hacer los líderes políticos para impulsar la lectura en el país? Si hay un verdadero interés por propiciar la lectura, debe ser permanente, no solamente con programas o campañas que duren un par de meses o durante los festivales culturales, mientras que el resto del año se olvidan de que existen esas herramientas llamadas libros.
Hay que permitir que las personas se acerquen a los libros, para que exista así el estímulo mental que necesitan las personas para que por su cuenta sigan leyendo. Pues, como lo presenta Monsiváis, antes un grupo más pequeño de la población era el que leía pero la trascendencia de esa lectura era más amplia que ahora. Hoy más personas tienen acceso a los libros, pero no todos hacen uso de los libros.
Y, ¿cómo impulsar que la gente se acerque a la lectura? Se puede hacer algo en primer lugar con los costos, por ejemplo, algunos estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), prefieren sacar copias, buscar los libros en Internet o en las bibliotecas, antes que ir a comprarlos, pues muchas veces su capital no es tan amplio como para estar comprando libros todo el tiempo.
Además, se tienen que dejar de lado los estereotipos dentro del propio mundo de la lectura. Por ejemplo, la globalización ha provocado que las ventas más grandes de los libros sean principalmente de dos estilos: autoayuda y bestsellers.
Los primeros, son leídos por personas que buscan abrir su negocio que pretende ser multimillonario, subir su autoestima, convertirse en buenos hijos y superar la pérdida de un ser querido, todo ello con tan sólo 7 sencillos pasos. Y los segundos, bestsellers, desprestigiados… no sólo por los propios lectores que no se atreven a leer algo tan "superficial y masivo", sino también por las adaptaciones cinematográficas que muchas veces no hacen justicia a las historias.
Si se le pregunta a los fans de alguna historia, que hayan tanto leídos los libros como visto las películas, sobre adaptaciones como "El Señor de los Anillos", "Harry Potter", o algún libro de Stephen King, dirán en su mayoría que no se le hace justicia por completo a la obra literaria, pues siempre faltarán elementos que son difíciles de traducir a la pantalla grande.
Estos dos tipos de libros, autoayuda y bestsellers, son vistos como modas, sin embargo, no debemos ver todo como enteramente bueno o malo, pues no debemos olvidar que, modas o no, propician que determinado grupo se inicie con el hábito de la lectura y al menos con ello ya sean capaces de mencionar los tres libros que marcaron su vida, a diferencia de otros personajes políticos.
Y entonces, ¿qué pueden hacer los líderes políticos para impulsar la lectura en el país? Si hay un verdadero interés por propiciar la lectura, debe ser permanente, no solamente con programas o campañas que duren un par de meses o durante los festivales culturales, mientras que el resto del año se olvidan de que existen esas herramientas llamadas libros.
Hay que permitir que las personas se acerquen a los libros, para que exista así el estímulo mental que necesitan las personas para que por su cuenta sigan leyendo. Pues, como lo presenta Monsiváis, antes un grupo más pequeño de la población era el que leía pero la trascendencia de esa lectura era más amplia que ahora. Hoy más personas tienen acceso a los libros, pero no todos hacen uso de los libros.
Y, ¿cómo impulsar que la gente se acerque a la lectura? Se puede hacer algo en primer lugar con los costos, por ejemplo, algunos estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), prefieren sacar copias, buscar los libros en Internet o en las bibliotecas, antes que ir a comprarlos, pues muchas veces su capital no es tan amplio como para estar comprando libros todo el tiempo.
Además, se tienen que dejar de lado los estereotipos dentro del propio mundo de la lectura. Por ejemplo, la globalización ha provocado que las ventas más grandes de los libros sean principalmente de dos estilos: autoayuda y bestsellers.
Los primeros, son leídos por personas que buscan abrir su negocio que pretende ser multimillonario, subir su autoestima, convertirse en buenos hijos y superar la pérdida de un ser querido, todo ello con tan sólo 7 sencillos pasos. Y los segundos, bestsellers, desprestigiados… no sólo por los propios lectores que no se atreven a leer algo tan "superficial y masivo", sino también por las adaptaciones cinematográficas que muchas veces no hacen justicia a las historias.
Si se le pregunta a los fans de alguna historia, que hayan tanto leídos los libros como visto las películas, sobre adaptaciones como "El Señor de los Anillos", "Harry Potter", o algún libro de Stephen King, dirán en su mayoría que no se le hace justicia por completo a la obra literaria, pues siempre faltarán elementos que son difíciles de traducir a la pantalla grande.
Estos dos tipos de libros, autoayuda y bestsellers, son vistos como modas, sin embargo, no debemos ver todo como enteramente bueno o malo, pues no debemos olvidar que, modas o no, propician que determinado grupo se inicie con el hábito de la lectura y al menos con ello ya sean capaces de mencionar los tres libros que marcaron su vida, a diferencia de otros personajes políticos.
Fuente:
Monsiváis, Carlos. “Elogio (innecesario) de los libros”. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2004. 12 p.
Monsiváis, Carlos. “Elogio (innecesario) de los libros”. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2004. 12 p.
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